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< El Mormonismo y la Santa Biblia
Traducido por Alberto Barrios Vega y Elena Blanch .
Biblia, Infalibilidad de la, Temas del Evangelio en LDS.org
Los Santos de los Últimos Días tienen gran reverencia y amor por la Biblia. La estudian y se esfuerzan por vivir conforme a sus enseñanzas. Atesoran el testimonio que contiene acerca de la vida y misión del Señor Jesucristo. El profeta José Smith estudió la Biblia toda su vida y enseñó sus preceptos. Él testificó que una persona “que puede discernir el poder del Omnipotente grabado en los cielos, también puede ver la propia escritura de Dios en el libro sagrado; y el que más a menudo lo lee, más se complace en él, y aquel que está familiarizado con él, reconocerá la mano [del Señor] dondequiera que la vea” (Enseñanzas del Profeta José Smith, 62).
Al compilar, organizar, traducir y transcribir la Biblia, se introdujeron muchos errores en el texto. La existencia de esos errores se hace manifiesta cuando uno considera las numerosas, y a menudo contradictorias, traducciones de la Biblia que existen hoy día. Quienes estudian la Biblia con esmero a menudo se desconciertan ante contradicciones u omisiones evidentes. Muchas personas también sienten curiosidad por las referencias de profetas bíblicos a los libros o pasajes de las Escrituras que no se encuentran actualmente en la Biblia.[1]
Algunos cristianos afirman que los textos bíblicos, en su estado original, eran infalibles. Por lo tanto, es incorrecto que José Smith haya enseñado que la Biblia contiene errores u omisiones.
La evidencia textual disponible hace que la teoría de una Biblia infalible sea insostenible. Es más, la doctrina de la infalibilidad no es una doctrina bíblica, por lo que solo puede imponerse en el texto desde el exterior y no puede extraerse de las enseñanzas contenidas en la supuesta "Biblia infalible".
La postura de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días de honrar la Biblia y buscar entenderla, al reconocer que es la Palabra de Dios solo en la medida en que los seres humanos imperfectos han logrado transmitirnos la Palabra de forma fiel, es coherente tanto con la enseñanza bíblica como con la evidencia que se encuentra disponible.
Insistir en la infalibilidad de la Biblia es una presuposición teológica e ideológica y no una consecuencia natural de las enseñanzas de la Biblia.
Como lo observó Blake Ostler en la "Declaración de Chicago Sobre la Infalibilidad Bíblica":
'La doctrina de la infalibilidad es internamente incoherente. En mi opinión, existen muchos problemas insuperables que imponen un rechazo hacia la infalibilidad en general y, de forma particular, un rechazo hacia la infalibilidad tal como se promulgó en la Declaración de Chicago. En primer lugar, la Declaración de Chicago es incoherente en sí misma. Uno no puede afirmar de manera consistente que la Biblia es la base de sus creencias y, sin embargo, luego afirmar que se debe aceptar la infalibilidad bíblica tal como se contempla en la Declaración de Chicago. Esta declaración contiene una serie de afirmaciones o proposiciones, por así decirlo, que no son bíblicas. La infalibilidad, según lo afirmaron recientemente los evangélicos, no se encuentra registrada en la Biblia, ya que en ninguna parte de este libro aparecen las palabras infalible o inerrante. Estos conceptos teóricos son ajenos a los escritores bíblicos. Además, la infalibilidad no es parte del credo de ninguna de las religiones principales. Dicha noción es de origen reciente y, más bien, propia del evangelicalismo norteamericano. A lo largo de la historia del pensamiento cristiano, la Biblia ha sido la fuente de las creencias y no el objeto de ellas. La afirmación de que la Biblia es infalible va más allá de las declaraciones encontradas en las escrituras de que toda escritura es "inspirada por Dios". Por lo tanto, la infalibilidad, como un compromiso de fe, es incompatible con la afirmación de que las creencias se basan en lo que dice la Biblia. La infalibilidad es una doctrina que no se contempla en la Biblia y que se basa en consideraciones sin respaldo de las escrituras. Dicha doctrina solo debe aceptarse si es razonable y si encaja con lo que conocemos gracias a las escrituras mismas, mas no como un artículo de fe. Sin embargo, se ha comprobado que tal no es el caso. [2]
La Declaración de Chicago solo puede actuar como una declaración de fe y no como una observación razonable de lo que encontramos en la Biblia. La misma Declaración de Chicago reconoce que no existen afirmaciones infalibles en la Biblia, porque solo comprobaremos la veracidad de la infalibilidad "cuando todos los hechos sean conocidos”. Es muy conveniente proponer una teoría que no pueda evaluarse a menos que seamos, en efecto, omniscientes. Es por eso que la Declaración de Chicago es una proposición inútil y no puede considerarse como una declaración de fe que proviene de la Biblia, ya que no aparece en la Biblia. Tampoco puede considerarse como una declaración sobre lo que la evidencia muestra, ya que dicha evidencia no puede evaluarse hasta que seamos omniscientes. [3]
Emmanuel Tov, [4] Profesor J. L. Magnes de la Biblia en la Universidad Hebrea de Jerusalén y editor en jefe del proyecto de publicación de los “Rollos del Mar Muerto”, escribió:
Una situación similar nos confronta con el Nuevo Testamento. Léon Vaganay y Christian Bernard–Amphoux [5] escribieron en Una Introducción a la crítica textual del Nuevo Testamento:
A menudo, los escritores cristianos acusaban a los herejes (como, por ejemplo, Marción en el siglo II d.C.) de alterar el texto de la Biblia. Sin embargo, existe otro hallazgo más preocupante para aquellos que insisten en una Biblia infalible:
[...] estudios recientes han demostrado que la evidencia de los manuscritos que han sobrevivido hasta nuestra época señala hacia una dirección opuesta. Los escribas asociados con la tradición ortodoxa hacían frecuentes cambios en sus textos. A veces, lo hacían para eliminar la posibilidad de un "uso indebido" del texto por parte de los cristianos que profesaban creencias heréticas y, otras veces, para hacer que concuerden con las doctrinas que ellos profesaban y que eran abrazadas por los cristianos. [6]
Por lo tanto, la tradición cristiana "ortodoxa" requería una edición del texto original para que este respaldara su punto de vista o se opusiera al de aquellos con quienes no estaban de acuerdo. Parece extraño, pues, acusar ahora a aquellos que no aceptan íntegramente el punto de vista "ortodoxo" de la "violación de las Escrituras", ya que son esas mismas escrituras las que, originalmente, fueron alteradas por aquellos a quien ahora conocemos como "ortodoxos". Esta es simplemente otra forma de decir que ellos ganaron la batalla al definir su punto de vista como el "correcto".
Como Bruce Metzger observó:
Por extraño que esto pueda parecer, los escribas que pensaban [por ellos mismos] eran más peligrosos que los que sólo deseaban ser fieles al copiar lo que tenían frente a sí. Muchas de las modificaciones que se pueden clasificar como intencionales fueron, sin duda, introducidas de buena fe por los copistas que creían que estaban corrigiendo un error o desacierto de la lengua que se había introducido con anterioridad en el texto sagrado y que debía ser rectificado. Posteriormente, un escriba podría incluso volver a introducir una lectura errónea que ya había sido corregida. Los manuscritos del Nuevo Testamento conservan restos de dos tipos de alteraciones dogmáticas: las que implican la eliminación o alteración de lo que se consideraba doctrinalmente inaceptable o inconveniente; y las que introducen en las Escrituras una "prueba” de un principio o práctica teológica favorita. [7]
Justino Mártir, un autor cristiano del siglo II, se quejaba de que los judíos habían alterado las escrituras:
Y deseo que ustedes observen que ellos [los judíos] han quitado por completo de sus traducciones muchos pasajes de las Escrituras. [8]
Orígenes, un autor cristiano del siglo III, se lamentaba sobre el problema de una transmisión textual pobre, incluso en su época:
Las diferencias entre los manuscritos se han hecho monumentales, ya sea por la negligencia de algunos copistas o por la audacia perversa de otros. Muchas de estas personas descuidan su deber de revisar lo que han transcrito o, en el proceso de revisión, realizan adiciones o supresiones según les plazca. [9]
Bruce Metzger, un crítico textual y erudito, citó este pasaje y luego observó:
Orígenes sugiere que tal vez todos los manuscritos existentes en sus días se habrían corrompido. [10]
El Libro de Mormón describe cómo "las cosas claras y preciosas"(1 Nefi 13:28) se quitaron de la Biblia. Asimismo, Orígenes se queja de las “supresiones" realizadas en las Escrituras, lo que constituiría los cambios más difíciles de detectar. Una alteración puede ser detectable, pero una supresión prácticamente se ha perdido para siempre.
Dionisio, obispo de Corinto, se quejaba también en el siglo II:
Cuando mis hermanos en Cristo me invitaron a escribirles cartas, así lo hice. Estos apóstoles del diablo se han llenado de cizaña, pues han quitado algunas cosas y han añadido otras. Para ellos, el infortunio es reservado. No es de extrañar, entonces, que algunos se han atrevido a manipular incluso la misma palabra del Señor al conspirar para mutilar mis propios humildes esfuerzos. [11]
Los Santos de los Últimos Días desean defender la Biblia
El Artículo VIII de la Fe dice:
Creemos que la Biblia es la palabra de Dios hasta donde esté traducida correctamente; también creemos que el Libro de Mormón es la palabra de Dios.
La condición de que los Mormones crean que la Biblia es la palabra de Dios en la medida en que se traduce correctamente parece sacudir la confianza de algunas personas en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días como iglesia creyente de la Biblia. No hay razón para que esto sea así, porque no es difícil discutir que cuando los hombres traducen palabras de un idioma a otro pueden errar fácilmente, y lo han hecho a menudo. Simplemente comparar diferentes versiones en inglés de la Biblia debe demostrar de manera concluyente que algunas personas entienden el hebreo antiguo, el arameo y el griego (las lenguas originales del Antiguo y Nuevo Testamento) de manera muy diferente en algunos casos.
Los Santos de los Últimos Días pasan el 50% de su currículo de la Escuela Dominical estudiando el Antiguo y Nuevo Testamento, y el otro 50% estudian el Libro de Mormón y Doctrina y Convenios. La Biblia claramente recibe la mayor parte de la atención.
Si bien los Santos de los Últimos Días no creen que la Biblia –o cualquier otro libro– sea infalible, ellos se muestran más preocupados por defender el valor de esta que por denigrarlo. En 1972, Harold B. Lee observó:
Considero que el problema de nuestros misioneros de hoy en día no es tanto el tener que demostrar que el Libro de Mormón, Doctrina y Convenios y la Perla del Gran Precio sean, en efecto, la palabra del Señor; sino que las personas dudan de que la Biblia, la cual es generalmente aceptada como la palabra de Dios, haya provenido de las palabras de profetas inspirados de generaciones pasadas. En este día en que la Biblia está siendo degradada por muchos que mezclan filosofías del mundo con escrituras de la Biblia con el propósito de anular su verdadero significado, cuán afortunados somos de que nuestro Eterno Padre Celestial, quien siempre se preocupa por el bienestar espiritual de sus hijos, nos haya brindado un libro compañero de las escrituras, conocido como El Libro de Mormón, para defender las verdades escritas y habladas por profetas de la Biblia como Él lo mandó. Es solo cuando abandonamos las tradiciones de los hombres y recuperamos la fe en la Biblia, cuya verdad ha sido completamente establecida por hallazgos recientes y por el cumplimiento de la profecía, que recibiremos, una vez más, la inspiración que necesitan los gobernantes y el pueblo por igual. [12]
¿Tiene la crítica textual algo que decir sobre una Biblia infalible, como lo afirman algunos cristianos?
La mayoría de Santos de los Últimos Días no están interesados en escudriñar la Biblia para hallar errores o resaltar sus defectos, aunque están prestos para admitir que ningún texto es perfecto o sin error si los mortales están involucrados en el proceso de su escritura, transcripción, transmisión o traducción. (Ver Libro de Mormón—Introducción .)
Las fallas en el texto bíblico representan un problema para aquellos que creen que la Biblia es infalible, pero no para los Santos de los Últimos Días. Algunas adiciones o supresiones podrían haber sido correcciones que provenían de fuentes antiguas y desconocidas (véase el ejemplo de Hebreos 1:3 antes mencionado como una ilustración), pero aun así, desde un punto de vista académico, es evidente que la Biblia ha sido editada muchas veces y contiene errores.
Bart Ehrman era un defensor de la inerrancia bíblica cuando empezó a estudiar el Nuevo Testamento (él comenzó en el Instituto Bíblico Moody, un centro bíblico muy coservador), pero al final perdió la fe al enterarse de la existencia de entre 200.000 y 400.000 versiones del Nuevo Testamento. [13] Tal como él escribió: "Hay más variaciones entre nuestros manuscritos que palabras en el Nuevo Testamento." [14]
El traslado de Ehrman hacia el agnosticismo ilustra los peligros de creer en la teoría de la inerrancia. Su incapacidad de tener plena confianza en que cada palabra de la Biblia era correcta, dio lugar a una incapacidad de confiar en cualquiera de los testigos bíblicos que proclamaba a Jesús como el Señor, el Hijo de Dios y el Salvador.
Los Santos de los Últimos Días no confían en las Escrituras—bíblicas o no— por el conocimiento que tienen de Cristo. Por el contrario, confían en aquello que, en primer lugar, hizo posible la existencia de las escrituras: la revelación por el Espíritu Santo. Ellos atesoran los testigos de las Escrituras, pero no requieren la perfección de cualquier mortal o de su trabajo para tener fe en las revelaciones de Dios.
Empecemos por definir qué es la "crítica textual":
Se denomina ecdótica, crítica textual o crítica menor a una rama de la filología. Esta es la ciencia que tiene por cometido editar textos de la forma más fiel posible al original o a la voluntad del autor, se refiere a la eliminación de errores de transcripción. Para ello se vale de ciencias auxiliares como la codicología, la paleografía y la filología. Las ediciones que se realizan con criterios ecdóticos se denominan ediciones críticas o ediciones filológicas. Los escribas cometían errores o alteraciones cuando copiaban a mano los manuscritos. Dada una o varias copias de un manuscrito, pero no la original, la crítica textual pretende reconstruir el texto original tan cercano a como sea posible. [15]
La "crítica" en este caso no significa "búsqueda de errores". Este es un término técnico que se refiere a los métodos utilizados para estudiar textos o documentos con el propósito de averiguar su antigüedad o de reconstruirlos, evaluando su autenticidad y analizando su contenido o estilo. [16]
Muchos cristianos fundamentalistas creen que la Biblia es infalible. Ellos rechazan la posibilidad de que la Biblia pueda contener errores. Para muchos defensores de la infalibilidad, esta creencia sólo se aplica a los manuscritos originales de la Biblia cuando fueron escritos por sus autores. Sin embargo, otros creen que la infalibilidad se extiende a impresiones modernas de la Biblia o a traducciones específicas. [17]
Los Santos de los Últimos Días rechazan tanto la infalibilidad como la inerrancia Bíblica. Ellos creen que ninguna escritura es "perfecta" (en cualquier definición de la palabra), ya que, a pesar de contener la voluntad de Dios, se ha comunicado a través de los escritos de seres humanos falibles. Esto incluye no solo la Biblia, sino también al Libro de Mormón y a otras escrituras modernas. [18]
Los Santos de los Últimos Días también afirman que la Biblia ha sufrido muchos cambios desde que fue escrita. José Smith enseñó:
Yo creo que la Biblia tal como se hallaba cuando salió de la pluma de los escritores originales. Son los traductores ignorantes, los escribas descuidados, o los sacerdotes corruptos y conspiradores quienes han cometido muchos errores. [19]
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días no adopta ninguna postura en cuanto a qué versículos de la Biblia son correctos y cuáles no lo son. Desde el punto de vista de la fe, usamos la Biblia como guía espiritual y no tratamos de desacreditarla. La crítica textual es el reino de lo académico. La Iglesia es una institución de fe y de revelación, no de lo académico.
Desde el punto de vista académico, las diferencias en varios manuscritos bíblicos están bien documentadas. Algunas variantes conocidas incluyen:
(Se pueden encontrar otras variantes de lectura en el artículo de Wikipedia sobre la crítica textual).
Preguntémonos si Dios continúa revelando su voluntad y palabra a los hombres, ya sea a los individuos oa los profetas a través del Espíritu Santo, ¿qué preferirían? ¿El conocimiento de los eruditos que no pueden garantizar la verdad, o el testimonio de Dios? Y, ¿cuál es más razonable? ¿El hecho de que Dios permitió que Su Palabra fuera corrompida, y luego pretendía revelar la verdad de Su Palabra, durante varios cientos de años de crítica textual en un esfuerzo por identificar la verdad original? Sin embargo, la crítica textual sigue siendo una disciplina que a menudo es controvertida y poco confiable en su capacidad para determinar un texto original. La alternativa es que fue la intención de Dios que estudiáramos las Escrituras e iremos a Él para obtener un testimonio de la verdad a través de Su Espíritu. Aunque la Iglesia SUD nunca ha negado la importancia de las herramientas de texto crítico y los estudios de lenguaje para entender correctamente el texto, también afirman firmemente que sólo la revelación de Dios puede darnos confianza en Su Palabra y en cualquier interpretación de ella.
Consideremos esta pregunta relevante. Durante mucho tiempo se ha reconocido que el Antiguo Testamento griego (frecuentemente citado en los Evangelios) es en muchos lugares muy diferente del texto tradicional o masorético. Debido a que era una traducción, se creyó durante mucho tiempo que estas diferencias se debían, al menos en parte, al proceso de traducción. Antes del descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto, sin embargo, los manuscritos más antiguos del Antiguo Testamento eran todos griegos (el LXX). [22] Éstos incluyeron el Codex Sinaiticus, el Codex Alexandrinus, y el Codex Vaticanus. Una de las diferencias más obvias en el texto se encuentra dentro del Libro de Jeremías, donde el LXX conserva un texto que es aproximadamente veinte por ciento más corto que el Jeremías encontrado en el texto tradicional y las Biblias modernas. Sin embargo, en Qumran, entre los Rollos del Mar Muerto, la copia más antigua de Jeremías que se sabe que existe (4QJer b) es una copia hebrea de la forma más corta. [23] So, the question now arises, which version is more authentic? Both have claim to great antiquity, both are very well attested to in ancient times, and both cannot be original. So scholarship cannot yet determine the truth. Likewise, at the time of Joseph Smith, scholars were reasonably convinced of the originality of the Johanine Comma, and actively defended it. [24] Yet today, no serious scholar would ever propose that the text is original. Unless we are assuming that the science of textual criticism has been perfected, and that there will be no more discoveries that change the world of biblical studies, we can only conclude that scholarship is insufficient to produce the inspired autographs of the Bible. We can only turn to God. Yet, it is precisely this type of revelation that is denied by the Chicago Statement on Biblical Inerrancy.
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