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José Smith declaró que 'Los principios fundamentales de nuestra religión son el testimonio de los apóstoles y profetas concernientes a Jesucristo: que murió, fue sepultado, se levantó al tercer día y ascendió a los cielos; y todas las otras cosas que pertenecen a nuestra religión son únicamente dependencias de esto.’ Aquellas dependencias incluyen el Don del Espíritu Santo, el poder de fe, al disfrutar los dones espirituales, la restauración de la Casa de Israel, y el triunfo final de la verdad. [1] La expiación de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo, es el dato central de todo pensamiento teological de los Santos de los Últimos Días (SUD).
José Smith, el profeta fundador, afirmó que "los principios fundamentales de nuestra religión son el testimonio de los apóstoles y profetas concernientes a Jesucristo: que murió, fue sepultado, y resucitó al tercer día y ascendió a los cielos, y todo otras cosas que pertenecen a nuestra religión son únicamente apéndices de eso ". Esos apéndices incluyen el don del Espíritu Santo, el poder de la fe, el disfrute de los dones espirituales, la restauración de la casa de Israel, y el triunfo final de la verdad. [2] La expiación de nuestro Señor y Salvador Jesucristo es el hecho central de toda la enseñanza de la teología mormona.
Hace casi cien años el historiador y teólogo, Brigham H. Roberts, de los Santo de los Últimos Días (SUD) escribió que la expiación...
"...es el corazón del Evangelio de cuyas pulsaciones los flujos tanto de la vida física y espiritual eterna proceden. Es el dato de que le da vitalidad a todo lo demás en el Evangelio. Si la expiación no sea una realidad entonces nuestra predicación es vana; nuestros bautismos y confirmaciones sin sentido; la eucaristía una mera pantomima de las palabras, nuestra esperanza de la vida eterna sin fundamento; que todavía estamos en nuestros pecados, y nosotros, los cristianos, de todos los hombres, son los más miserables. Un tema que afecta a todo esto no puede dejar de ser importante. [3]
En 1917 el presidente Joseph F. Smith hizo una declaración oficial sobre los principios de gobierno en la Iglesia, que incluyó la siguiente declaración: "Un hombre que dice que no cree en la sangre expiatoria de Jesucristo, que se profesa de ser un miembro de la Iglesia... pero ignora y repudia la doctrina de la expiación... [digo que] el hombre que niega que la verdad y que persiste en su incredulidad, no es digno de pertenecer a la Iglesia." [4]
En la Conferencia General de 1924, Heber J. Grant, entonces Presidente de la Iglesia, declaró que "toda persona que no reconoce a Jesucristo como el Hijo de Dios, el Redentor del mundo, no tiene por qué relacionarse con La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días." [5]
Catorce años más tarde, el presidente Grant era igual de enfático: "Queremos que toda persona lo entiende claramente que creemos absolutamente en Jesucristo, que Él era el Hijo de Dios, y que Él vino a la tierra con una misión divinamente designado para morir en la cruz como el Redentor de humanidad. No creemos que Él era sólo un "gran maestro de moral", sino que Él es nuestro Redentor." [6] El Élder Bruce R. McConkie ha declarado que la "expiación de Cristo es la doctrina más básica y fundamental del Evangelio." [7]
Hablando con referencia a todos los que se llaman a sí mismos cristianos, que obviamente incluye a los Santos de los Últimos Días, Brigham Young declaró que "en el mismo momento en que se descartase la expiación del Salvador, en ese mismo instante y espontáneamente, quedarían destruidas todas las esperanzas de salvación que el mundo cristiano abriga y no tendríamos nada más en qué confiar." [8]
Howard W. Hunter, del Quórum de los Doce, enseñó que "nada es más importante en todo el divino plan de salvación que el sacrificio expiatorio de Jesucristo. Creemos que la salvación viene gracias a la expiación. Sin ella, el plan de la Creación en su conjunto quedaría frustrado." [9]
Hace veinticinco años, el Élder Gordon B. Hinckley recordó a los santos que:
Ningún miembro de esta Iglesia debe olvidar jamás el terrible precio pagado por nuestro Redentor, quien dio su vida para que todos los hombres puedan vivir - la agonía de Getsemaní ... [o] la cruz, el instrumento de su tortura ... Esta fue la cruz en la que colgaba y murió en la cumbre solitaria del Gólgota. No podemos olvidarnos de esa. Nunca debemos olvidar que, por aquí nuestro Salvador, nuestro Redentor, el Hijo de Dios, dio a sí mismo en sacrificio vicario por cada uno de nosotros. [10]
El Élder John K. Carmack, en abril de 2001 la Conferencia General, se lo llevó a un nivel más personal: "La expiación de Cristo es la doctrina central, pero aÚn de mayor consuelo y beneficio ha sido lo maravillosamente accesible e individual que ha sido Su misericordia y ayuda en mi vida." [11] El significado de la expiación también fue llevado a cabo por el primer profeta de la restauración, José Smith, quien escribió en relación con:
La condescendencia del Padre de nuestros espíritus al proveer un sacrificio por Sus hijos - un plan de redención, un poder de expiación, un proyecto de salvación, con el principal objetivo de llevar a los hombres nuevamente a la presencia del Rey de los cielos ... El gran plan de salvación es un tema que debería ocupar nuestra atención estrictamente y estimarse como uno de los mejores dones que del cielo ha venido al género humano. [12]
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